viernes, 27 de junio de 2025

Los viernes, al cine: Estrenos de la semana

    

                  A la deriva                                                 F1: La película

                              

                                              

Estimados lectores de El Macondo de Gabo,

Hay semanas en las que el cine corre a dos velocidades: una, la del corazón que late por un amor perdido, y otra, la del rugido de un motor que no quiere apagarse. Esta semana la cartelera nos lanza a los extremos: desde el lirismo melancólico de A la deriva (Feng Liu Yi Dai) hasta la adrenalina coreografiada de F1: La película. Dos formas de medir el tiempo: una con miradas detenidas, la otra con cronómetros en llamas.

La cineasta Jia Zhangke en A la deriva teje una historia de amor que se despliega a lo largo de dos décadas, siguiendo la búsqueda persistente de Qiaoqiao (Zhao Tao) por su amor de juventud, Bin (Li Zhubin), a través de más de veinte años y múltiples rodajes del director. El viaje, a la vez íntimo y colectivo, recorre la transformación de China desde 2001 hasta hoy.

Feng Liu Yi Dai  (título original chino)  es  un  experimento sensible: una  película autobiográfica  que junta escenas rodadas en distintos momentos  de  la  vida de  su protagonista para narrar cómo el tiempo puede transformar un lugar, una nación… y un corazón. Jia usa imágenes de Ash Is Purest White, Still Life y Unknown Pleasures, no  para reiterar, sin o para  bordar  una  historia  de  amor  que  resiste  a la modernidad china. La fragilidad de Qiaoqiao se siente cercana, humana, inesperadamente familiar.

Con Brad Pitt como Sonny Hayes, un legendario piloto retirado,  en F1: La película la historia gira en torno a su regreso a la Fórmula 1 para rescatar a la escudería APXGP y guiar al joven corredor Joshua Pearce (Damson Idris). Producida con apoyo de la FIA y Lewis Hamilton, la película combina imágenes reales de Grandes Premios con acción ficticia y un elenco estelar.

F1 es, ante todo, un espectáculo. Lo mejor de la película está en la pista, con una fotografía IMAX y una coreografía de caballos de acero que quita el hipo. Pitt, con su carisma maduro y temerario, sostiene la historia, aunque el guiçon se mueve con previsibilidad entre mentor y pupilo. Hans Zimmer imprime ritmo, y aunque puede sentirse más anuncio de la F1 que drama universal, es también un vehículo embriagador para sentir el rugido del asfalto en cada curva. Aficionados y espectadores seducidos por la velocidad quedarán satisfechos; quienes busquen profundidad, hallarán lo justo.

Si el cine sirve para hacernos correr o detenernos, esta semana lo consigue por partida doble. Dos películas que, con registros muy distintos, nos invitan a mirar el mundo desde una ventanilla en movimiento… o desde el retrovisor de lo que fuimos.

Nos vemos la semana que viene, entre butacas. ¡Disfruten del cine!

                                                                                            El Sr. Director de El cine de Macondo

viernes, 20 de junio de 2025

Los viernes, al cine: Estrenos de la semana

 





    











                                                  Juliette en Primavera                                      The last showgirl


                                  

Estimados lectores de El Macondo de Gabo,

Aquí tienen, esta semana les propongo dos propuestas distintas pero igualmente emotivas que nos invitan a entrar en la intimidad familiar y en la memoria visceral del espectáculo: Juliette au printemps (Francia, 2024) y The Last Showgirl (EEUU, 2024).

Juliette, interpretada por Izïa Higelin, ilustradora infantil, regresa a su pueblo natal para pasar el fin de semana y distancia del ritmo parisino. Lo que imagina será un retiro sereno se trastoca cuando se enfrenta a su padre melancólico, su madre sensible al mundo New Age, una hermana a la deriva y una abuela frágil. Sus recuerdos empiezan a filtrarse como agua por las rendijas del tiempo.

La oda de Blandine Lenoir se mueve entre la comedia ligera y el drama profundo con elegancia, y lo hace sin estridencias: aquí no hay estallidos, solo esas pequeñas grietas que afloran en un silencio compartido, una risa nerviosa o una mirada ausente. Izïa Higelin da vida a Juliette con ternura y nervio, sostenida por un reparto que nunca necesita anunciar su presencia —Noémie Lvovsky o Jean‑Pierre Darroussin lo demuestran en cada gesto. Es una película para ver con el corazón abierto: estar en familia lleva al cine su sentido más universal.

The Last Showgirl es la historia de Shelly Gardner (Pamela Anderson, estrella de un cabaret de Las Vegas durante casi cuatro décadas. Ahora, con cincuenta y siete años, el espectáculo cierra y ella se enfrenta a un futuro incierto, una hija distante (Billie Lourd) y la sensación de que su propio brillo ha caducado

En la dirección Gia Coppola, quien propone una película contenida, casi ritual, que desconstruye el arquetipo de la vedette. Aquí, la música no es instrumental: es un sonido testimonial del paso del tiempo. Y en ese testimonio, nada resuena tanto como la voz de Pamela Anderson, rota, esperanzada y auténtica. Encarnar a una figura pública que se reivindica sin estridencias ni maquillaje, aceptando sus cicatrices con dignidad, es un acto casi político. La banda sonora de Andrew Hyatt imprime una nostalgia suave, de esas que se cuelan por la memoria como notas de un piano viejo.

Ambas películas —tan diferentes— comparten un escénico terreno común: un retrato íntimo donde cada plano pide humanidad, atención y corazón. Porque el cine verdadero nunca habla solo; susurra, teje memoria y justicia emocional… y te reclama allí, entre las butacas.

Nos citamos en esta página el viernes que viene, para seguir dejándonos cruzar por nuevas historias. ¡Disfruten del cine!

                                                                                               El Sr. Director de El cine de Macondo

viernes, 13 de junio de 2025

Los viernes, al cine: Estrenos de la semana

     

                          Baltimore                             Tres kilómetros al fin del mundo


                              

Estimados lectores de El Macondo de Gabo,

Hay películas que nos enfrentan a sistemas opresivos y otras que nos muestran cómo esos sistemas se filtran en lo íntimo, en lo familiar, en la piel. Esta semana, la cartelera abre dos ventanas al miedo y la resistencia: Baltimore, crónica contenida de una rebelión con pedigree, y Trei kilometri până la capătul lumii, un canto triste desde un rincón olvidado de Europa donde el amor sigue siendo una amenaza.

Imogen Poots encarna a Rose Dugdale, heredera de la alta sociedad británica que en los años 70 abrazó la lucha armada del IRA y acabó organizando el célebre asalto a la mansión Russborough para canjear Velázquez y Goyas por presos políticos. La película sigue las 48 horas previas al atraco: un “whydunit” emocional antes que un “heist” al uso.

Un thriller contenido, casi ascético, donde lo más explosivo no son las armas sino las grietas de clase y género que empujan a Rose a dinamitar su propio privilegio. Poots sostiene el film con una mezcla febril de idealismo y culpa; los directores Joe Lawlor & Christine Molloy filman con cámara nerviosa y luz otoñal, recordando que en la Irlanda de los Troubles el romanticismo revolucionario siempre olía a pólvora y a cárcel.

En un remoto pueblo del delta del Danubio, el adolescente Adi es brutalmente golpeado tras ser visto besando a un turista. Con la policía, el cura y hasta su propia familia alineados contra él, solo le quedan tres kilómetros de carretera para huir… o para enfrentarse al odio.

Emanuel Pârvu, representante de la vertiente nuevo cine rumano, filma en Tres kilómetros al fin del mundo, la que hace su tercera película, la homofobia como un pantano: quieto en la superficie, mortal en el fondo. Planos fijos, silencios largos y colores de postal que se pudren poco a poco hasta volverse pesadilla. No hay catarsis, sí un realismo que duele; el viaje de Adi recuerda que el exilio empieza muchas veces en la propia casa. Una de las películas más impactantes del reciente cine rumano.

Ir al cine no siempre es elegir una historia: a veces es elegir una postura frente al mundo.

Esta semana, Baltimore nos interpela desde las ruinas doradas del privilegio que se vuelve revuelta, y Trei kilometri până la capătul lumii nos deja sin aliento en una carretera donde amar es un acto de resistencia.

Estas dos películas —tan distintas en forma y fondo— se atreven a mirar de frente lo que otros prefieren callar. Y lo hacen desde la gran pantalla, allí donde el silencio se vuelve grito y cada plano reclama ser vivido en comunidad.

Así que no las esperen en casa. Abran la puerta del cine, siéntense en la penumbra y dejen que estas historias les sacudan, les incomoden… o, con suerte, les transformen.

Nos vemos entre butacas. ¡Disfruten del cine!

                                                                                                   El Sr. Director de El cine de Macondo